sábado, 2 de noviembre de 2013

¡Y qué noche!

Ejercicio literario de cuentos cortos. Uno fantástico y otro realista.
Incluir palabras: Pez, Avestruz, Luna, Pañuelo y Fantasmal.

¡Noche de locos!

Juro que iba a verte pero estoy segura que no me vas a creer lo que te voy a contar:
Salí de mi casa para tomar el colectivo cuando de repente toda la luz en la cuadra se cortó y como era una noche sin luna, no podía ver siquiera donde pisaba. Me dio un poquito de miedo ya que era demasiado fantasmal, te soy sincera.
De repente veo en el cielo algo con forma de disco con muchos juegos de colores azules y violetas, al instante supe que se trataba de un ovni.
Después de ese avistamiento decidí por lo único que podía hacer: ¡correr! Pero tropecé con un auto estacionado que claramente no lo vi y cuando caí al piso me golpee de tal forma la cabeza que quedé inconsciente por varias horas.
Cuando desperté, estaban haciéndome pruebas y yo les decía: "¡No! Que tengo una cita con Danilo y no puedo llegar tarde" pero hicieron caso omiso a mi demanda y tan solo me secaron el sudor con un pañuelo. 
En el lugar tenían una vaca, un pez, un perro y un avestruz a los cuales también los sometían como a mí.
Debido al dolor de tales pruebas, me volví a desmayar y cuando desperté nuevamente aparecí acostada en mi cama. Es por eso que te escribí enseguida pude. ¡Perdón! ¿Cuánto me esperaste?
Mari.

_____________________________________________________

¡Noche como locos!

Juro que iba a verte pero estoy segura que no vas a querer escuchar lo que te voy a contar:
Cierro la puerta de mi edificio y antes de siquiera observar la luna aparece mi amigo Javier. Después de que me haya tomado por sorpresa y haberme abrazo por la espalda, nos quedamos unos minutos hablando. La lluvia no se detenía así que saqué el pañuelo que me regalaste y lo estrené pero estaba tan mojado que casi salió un pez.
Pasó un colectivo. Otro. Otro. Y otro. Hasta que recordé cuál era la razón por la cual había salido. Se lo comuniqué a este chico pero me dijo que habían pasado 30 minutos y que por ahí ya te habías ido. Supongo que no me estabas esperando todavía, ¿no?
Entonces lo invité a pasar y como sorprendentemente en la mochila tenía un par de cervezas decidimos tomarlas mientras mirábamos un documental donde salía una nueva versión rara y a la vez fantasmal de un avestruz de áfrica.
Una cosa llevó a la otra y me terminé acostando con él. 
Me hizo el desayuno. ¡Es un lindo!
Como recién se fue, te mandé un mensajito para que no te preocupes por mí. 

Besitos. Mariana.

lunes, 28 de octubre de 2013

Justo y necesario. Pero más necesario que justo.

Hay algo que no entiendo y creo nunca hacerlo.
Nos gusta depender, reprochamos acerca de eso pero no lo podemos evitar.
Hablamos cuando no hay de qué, solo porque creemos que debemos hacerlo cuando no es así, cuando dependemos solo de nosotros mismos.
Nos quejamos cuando debemos pasar factura, pero si no lo hacemos no estamos conformes. No nos quedamos satisfechos.
¿Es por eso que lo hacemos? Quiero creer que si, sino ¿cuál es el sentido?
Tal vez el hecho de que una persona, que no debería, se preocupe por nosotros o porque al sentirnos solos, necesitamos a ese alguien.
Personalmente, a mis problemas no los comparto ¿vos si?
Explícame por favor. No entiendo por qué te gusta envolver terceros en cosas que solo a vos te competen. Pero mucho menos voy a entender por qué te involucras vos en dramas ajenos ¿No es suficiente con los tuyos?
Llámame frío si así lo deseas o júzgame por tener menos sentimientos que el lápiz con el que escribo esto, no me molesta.
Ódiame si te hace sentir mejor. No me importa. Los de tu tipo ya me caen muy mal.  

¿De qué hablas cuando no hay de qué? Ahora nos estamos conociendo lo cual es bueno y se necesitan grandes conversaciones. Pero una vez sepamos todo uno del otro me vas a preguntar ¿qué estas comiendo?
No lo tolero, no me preguntes tal cosa porque me voy a molestar y te lo estoy advirtiendo.
Prefiero charlas más profundas, lo interesante, y no el hablar por hablar porque total es grátis.
Prefiero quererte o comunicarme a mi manera, con pocas palabras y seguras antes de que algo se desgaste. De decirte un “te quiero” o demostrarte el cariño necesario con una sonrisa o una una caricia.
No me pidas mucha comunicación verbalmente pero te aseguro que soy tan transparente que delato rápidamente cuando me haga falta ese abrazo que tanto me queres dar.
¿Para qué hablar de más? Nos aburriríamos y no querríamos ni vernos.
¿Para qué hablar todos los días y exigir extensas conversaciones?
Pero te darás cuenta el día que todo se desgaste cuando me preguntes:

¿Qué comiste hoy?

viernes, 25 de octubre de 2013

Viejo Retiro

Consigna: Texto desde una foto.
La foto se muestra a continuación y sirvió como inspiración para el relato abajo reproducido.



Vos que me viste llegar hace ya un tiempo, hoy te quiero decir que no te puedo ni ver.
No puedo porque no quiero y no creas que me asustás porque no es así.
Crees que te las sabes todas, pero estás tan equivocado. Humilde caí sobre vos y me engañaste, me dejaste solo, pero como me gusta eso.
Si pensas que me hiciste un mal, otra vez no estás en lo cierto.
Solitario, frio y asqueroso son sinónimos que se adecúan perfectamente a tu nombre.
Te haces llamar de una forma a propósito para que nadie llegue a vos, sino que se vayan por vos. Retiro, que feo nombre.
La soledad que rodea ese ambiente es desagradable, también la circunstancias en las que haces vivir a la gente, ¿Te gusta eso? porque a mí no.
A nadie le caes bien, ¡Reconocelo de una vez por todas!
Por más que te pinten lindo en un cuadro, en una foto o hasta en una guía, no dejas de ser el mismo repugnante de siempre.
¿Pero sabés qué? ¡Cómo me gustas!
No te puedo ver porque sos irresistible a pesar de ser frio como el invierno y fastidioso como solo vos podes serlo. Pero me gustas porque sos el único que me aceptó y me dio la bienvenida.
Sé que me queres a pesar de que te evite y no te visite tan seguido, pero para mí representas una gran atracción y no puedo perder ese tiempo con vos, sos un vicio para mí.

Te soy sincero: no quiero acercarme a vos por temor a que me rechaces y hagas conmigo lo que indica tu nombre. 

domingo, 3 de febrero de 2013

Amor de futuro pasado.



-Nadie debe arrepentirse. Así que traiga su vaso para acá y únase con su amigo. Decía Tommy mientras acariciaba a esa rubia y sexy trabajadora sexual de la noche rozando su anillo de matrimonio.
El bar recién abría, la noche apenas comenzaba y en la absoluta ilegalidad de la ley seca que acudía a la Argentina en el año 2083 se podría decir que era peligroso.

El negocio que teníamos con Tommy marchaba bien, nos podíamos dar ciertos gustos. Pero si el dinero no alcanzaba, alguno de los dos ingresábamos a la cámara criogénica y esperábamos a que el negocio remonte para de esa forma no tener gastos innecesarios en alimentos y transporte.

Esa noche era especial, su esposa congelada y nosotros con dinero para poder despilfarrar en lo que sea que querríamos sin culpas. Las culpas hacía años que habían desaparecido.

Recuerdo que levanté mi vaso observando el fulgor que acompañaba a esa mujer y sin titubear le dije:

- Dice la leyenda que siempre es una mujer la que lleva al hombre a la ruina, ocasiona problemas y separa matrimonios felices.

Ella, de una mente muy fugaz y mirada amenazadora con una una voz lenta e inteligente me recita:

-No voy a caer en la frase que todas nosotras decimos: “los hombres son todos iguales” ni tampoco en lo que ustedes nos reprochan “las mujeres son todas putas”. ¿Pero sabes qué? No necesito a nadie que me haga sentir inferior, los hombres con los que aquí me acuesto son verdaderos caballeros que me tratan bien, me hacen sentir mujer y desean probar algo diferente con respeto.
Tu amigo, bueno, ¿qué decir de él? Parece tener una mujer esperándolo en su casa, pero si está acá, parece que muy bien no la está pasando.
¿Acaso hago mal en hacer feliz al resto? – Me preguntó.

La tomé de la mano y la saqué de ese antro, era sábado a la noche y había una luna plateada. Los jóvenes salían a divertirse ¿y yo? Y yo bueno… ahí con esa hermosa chica mirándola a la cara y diciéndole cosas lindas cual mujer estaría tratando de conquistar.

Lo que ocurrió después fue tan inesperado, la mujer, me dijo que yo le gustaba y me preguntó si necesitaba a alguien que me haga sentir bien no solo en lo sexual, quería probar una familia, quería saber de qué se trataba.
Vio en mí el hombre que estaba buscando, olvidándose un poco de lo que me había dicho dentro de aquella cueva
Le apreté fuerte las manos, recuerdo, le susurré algo al oído y nos perdimos en las sombras que la luna formaba en esa calle de empedrado, la única que quedaba en aquél año en Buenos Aires.

El amor puede venir de cualquier forma, y es asombroso cómo logra manifestarse muchas de esas veces.
Un rato antes habíamos estado en la cama mirando juntos el cielo raso pero aún antes de eso éramos desconocidos, personas que no creíamos en el “juntos por siempre” pero una chispa, una mirada diferente o cualquier cosa que haga estallar el corazón, vale y se siente.

Hoy, 30 años después, no me da vergüenza en decir que esa puta, es la madre de mis hijos y la mujer que amo con toda mi alma.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Noche de decisión

Entrado el sol y asomando la luna me encuentro en un dilema del que yo solo puedo escapar, nadie puede elegir por mí ya que es algo importante: de vida o muerte; si seguir o no.
No quiero entrar en detalles ni crear falsas expectativas. No soy alguien que se gane la vida por las buenas pero tampoco soy tan malo como lo pueden llegar a creer.
Es algo raro pero no se describirme exactamente qué hago, de qué vivo ni a qué me dedico, a veces pienso que soy el resultado de algún raro experimento aunque debe ser algo psicológico ya que está de moda.
No hay nombres, no hay caras, no hay colores tampoco olores y menos que menos apellidos. Identifico mi presa por el sonido de su voz, el tono, y sus maneras de expresarse frente a cualquier tipo de situación. Ustedes estarán pensado que es una presa y para que la quiero.
Una presa es un ser humano capacitado, acostumbrado y responsable de sus propios hechos realizados en un pasado que puede ser cercano o no.
Durante el día descanso, duermo y paso mis mejores momentos junto a los seres que me quieren. Soy una persona normal y demasiado obsesionado por lo que estoy decidido a hacer, solo pensarlo y verlo factible me debilita y se lleva todo de mí.
Así estoy, con mucho dinero que no uso y con felicidad que no sé aprovechar, con personas que me quieren aunque no saben quién soy ni tampoco lo puedo demostrar ya que eso resultaría peligroso para mí y para muchos más.
De todo esto que he dicho estoy dudando de algo: realmente ¿soy una persona o un animal? Quizá alguien me ve con problemas psicológicos o simplemente un poco raro.
La soledad es mi mayor amigo y el resto de las personas que no son mis familiares son mis enemigos. ¡Ojo! Uno siempre confía de los seres queridos, y lamentablemente muchas veces he tenido que recapacitar como todo héroe que venga por las noches la voluntad de algún pobre desgraciado que no tuvo a la suerte de su lado.
Ya que estoy escribiendo esto y usted seguramente lo está leyendo, si es que realmente hay alguien ahí o se aburrió después del primer párrafo, voy a contar lo que hago, a qué me dedico exactamente.
Pero antes debo realizar una acción para vengar algo de lo que estoy siendo testigo que pronto sabrá cuando realmente comience a contar aquello que hago.

¡Oh Dios!
Sinceramente estoy muy avergonzado, no sé si lo debería volver a hacer pero esto de vengar la muerte de personas que no tuvieron suerte al ser masacradas violentamente por otras me ha dado un giro de 180 grados luego de lo que acaba de ocurrir.

Por vengar el asesinato de un amigo, que logré hacer luego de tanto tiempo en soledad tratando de ser alguien normal, me encontré con una sorpresa que espero nunca vuelva a ocurrir.
Por la noche nunca se ve la cara de una persona y a veces, también, reconocer su voz cuando un auto circula cerca se torna algo complicado así que no lo recomiendo.
Las últimas palabras de este sujeto fueron: “él te quería matar, formaba parte de una conspiración” mientras estaba agonizando. Pero lo duro de todo esto es que…
Es que era mi hermano.

Esperando

Vagando por la noche, llorando su partida. Decido encarar al único culpable haciéndolo pagar por la falta más grave. Quizá todos lo sepan o quizá no... De lo que estoy seguro es que yo sí.
Llegó el momento de enfrentar la realidad y de disparar de este gatillo frente al maldito desgraciado que rió en aquella época.
Tratando de quitarme todo peso de encima camino decidido, frente a la costanera, donde la luna está esperando para hacer su entrada y desaparecer por las próximas horas.
Apresuro la marcha y avanzo con la cabeza baja para no crear demasiada sospecha.
Cuando estoy en el punto indicado se me cruzan viejos recuerdos y demasiada tristeza como para revivirlas una por una, pero ahí estoy yo aferrado a aquella valla que hace de contención para que no me desplome llorando.
A la hora indicada y al minuto exacto desenfundo mi arma y lo espero de pie con toda la ira que desató en mí durante tanto tiempo.
Quizá no lo lastime pero de lo que estoy seguro es que se dará cuenta del daño que me hizo y nunca pago, no hay cárcel para él, no hay celda que se resista, no hay policía que lo encarcele y no hay víctimas más que yo.
Tengo decidido disparar cuando él aparezca pero el sonido de una sirena de patrullero me hace guardar el arma, lo último que quiero es despertar en ellos algún tipo de sospecha.
Camino para no llamar la atención y ahí aparece, cruza ante mí pero no puedo empuñar el arma y vengarme, tampoco gritarle ya que no me escucharía.
Pasa la patrulla pero ya es tarde, el maldito está tan alto que no puedo hacer nada, ningún disparo le llegaría y por más que lo maldiga tampoco lo afectara. El desgraciado hace su presencia una vez más, sonriente, vengando otra vez como todas las mañanas la muerte de todos los míos.
La desgracia me acecha y una vez más como todas las mañanas me derrito ante él.



El muñeco de nieve

sábado, 11 de diciembre de 2010

¡Qué suerte tengo!

Llegaba el lunes, día de trabajo; pensé: “¿es necesario ir?”. A lo que me respondí: “creo que sí, la nueva esta re buena”. Seguramente llevará una de esas polleras que había usado durante toda la semana.


Para cuando abandoné la cama, mamá ya estaba esperándome con el desayuno; vestía sus clásicos ruleros de colores, bata naranja y pantuflas. Un tesoro la vieja.

Luego salí de casa y, para mi sorpresa, estaba ella esperándome en la vereda con las manos apoyadas en la cintura. No podía creer que estuviera ahí. Veía cómo el vecino no podía limpiarse la baba, que, por cierto, no salía de su boca.

La miré y pensé: “¿le tiro la frase matadora?”. Y entonces se la dije:

—¡Hola!, ¿cómo estás?

A lo que ella, sonriendo, me dijo:

—Bien, ¿y vos?

Mordiéndome el labio inferior pensé: “¡La pucha! Tan encaradores como yo no debe haber”. La notaba nerviosa; ¡y claro!, si frente a ella tenia al tipo perfecto: 1,60 metros de estatura, pelito enrulado, zapatitos verdes, chupines amarillos (para estar a la moda), camisa rosadita (dicen que las mujeres mueren por ellas). Con ese caminar fachero que tengo, me acerqué tanto que casi se desmaya con mi mal aliento mientras le hablaba; quiso hacerse un poco hacia atrás pero la tomé de la cintura y le dije:

—¡Shhh!, don´t werry baby...

Le puse los labios muy cerca de los suyos, pero inevitablemente estaba nerviosa y se hizo a un lado. Quizá le tenia miedo al José, el vecino. Fue entonces que le dije:

—Mira bombón, chocolate Hamlet, mi barrita Fel-fort, bananita Dolca. El José es un pobre tipo, pero no le temas, no es “mi vecino el asesino”. Eso solo pasa en las películas.

Únicamente lo que no sucede en las películas son esas hermosas relaciones sexuales, a las que le llaman XXX o también: “triple equis”, y de las que mamá siempre me deja ver sólo el principio.
La notaba sobresaltada, aún no había dicho una palabra desde el sustito. Quizá le interesaba entrar a casa, pero estaba mamá. Ella, la nueva, me miraba con cara de pobrecita y, señalando un auto que estaba en la esquina, me dijo:

—¿Ves aquel auto?

A lo que respondí con un sobresalto:

—¡Claro! ¡Ni que fuera ciego!

Se le dibujó una sonrisa en la cara y me agarró de la corbata; sabia que le había gustado el Twiti que había en ella. Me arrastró hasta el vehiculo. Cuando estábamos llegando, le dije:

—¿Hacemos el amor ahí?

Me miró con cara de pocos amigos y gritó:

—¿No ves que te vengo a buscar para ir a trabajar?

No le dije nada, pero sabia que en el fondo me amaba. Quería que mis bigotes le hicieran cosquillas en sus senos y en sus más profundas cavidades. Me miró y se mordió el labio. Eso quería, solo esa señal esperaba, “una hora después de llegar a la oficina, me meto en la de ella y le hago el amor”, pensé. Diez minutos antes de aquello hice tiempo masticando uno de esos “Infinit”, caminando nervioso de un lado a otro. Considerando que ya era el momento de “actuar”, lo escupí y salí; en mi mente había un sólo objetivo. Ingresé a la oficina; la escena que vi parecía salida del más extraño de los mundos: mi jefe estaba acostado en el escritorio de "mi" novia, con ella encima.
Cuando se dio cuenta de que yo estaba ahí, se incorporó sobresaltado y me pidió por favor que no dijera nada, que su esposa no debía enterarse. Miré a la hermosa y noté que en torno a su boca había algo blancuzco; no sé qué seria. Entonces le dije:

—Te hago el “sex” y no cuento nada.

Accedieron enseguida.

Él se vistió y, cuando salió, fui hasta ella y la abracé tan fuerte que no la podía soltar. Con mi legua recogí el resto de la posible saliva que había alrededor de su boca. Acaricié sus pechos con mi bigote y, cuando decidió abrir mi chupín “marisho”, le dije:

—¡¡Epaaa!! ¡¿Qué hacés ahí?! ¡Eso es territorio ajeno! Te voy a hacer el amor como mamá me enseñó.

Le di aquel beso que tanto esperaba darle desde hacía días y salí corriendo y gritando:

—¡Hice el amor con la nueva! ¡Hice el amor con la nueva!

Visita inesperada.

El cansancio que arrastraba encima fue la principal causa de ese sueño traicionero que no debería surgir en ese momento. Durante una guardia no se permite descansar y mucho menos hacerle caso al sueño y cerrar los ojos.
Para el resto no era más que un día común, rutinario como tantos otros, trabajando en el puesto que gendarmería les había asignado aquella mañana en el sur del país.
A Martin el frío le congelaba las manos y los pies. Pero había algo más: le escarchaba las lagrimas que surgían de sus ojos, nadie sabía la razón. Sus compañeros casi no lo conocían, porque él jamás hablaba de otra cosa que no fuera el trabajo. Como un hombre solitario y de pocas palabras, así se conocía a Martin en el puesto.
Sus compañeros sabían que no iba a responder si le preguntaban el porqué de esas lagrimas, pero sumaron valor entre todos y encararon para encontrar esa difícil respuesta.
Fue Mauro quien sin titubear un segundo y mirándolo a los ojos, le preguntó seriamente y en tono de respeto, típico en su dialecto diario:
-Que le anda pasando compañero, ¿Porque esas lagrimas?
Al interpretar esta pregunta, Martin hizo una mirada penetrante hacia el pasto machacado por sus propios pasos, como buscando alguna excusa vaga y simple pero que a la vez fuese creíble.
Preguntón, como era apodado por el resto volvió a insistir y ésta vez exclamó:
-¡Nos está preocupando! ¿Se siente bien?
Luego de un instante, cuando Martin se dio cuenta que realmente a sus compañeros les importaba su estado anímico, lo miró fijamente a los ojos y mientras elevó el brazo para tomar el hombro de éste buen compañero de labor, le dijo en un tono algo apagado:
-No lo entendería mi amigo, explicárselo sería una pérdida de tiempo y discúlpeme si hiero sus sentimientos, pero los míos en este momento están en estado de coma.
A Preguntón se le hizo una mueca cerca del labio y la acompañó automáticamente con una sonrisa. -Tiene usted razón compañero, quizá nunca entienda... pero vea como nos tiene preocupados a todos nosotros, pensamos que se está sintiendo un tanto mal.- dijo.
Pero no se detuvo y antes de largar palabra más de su boca lo abrazó fuertemente y al oído le susurró:
-Tómese el día, el general Iglesias hoy no vendrá.
Martin, desolado, le dio una corta pero afectuosa palmada en la espalda. Claro está que de esa forma, Mauro, interpretó el mensaje.

Martin dio una mirada a su alrededor como buscando algo, hasta que pronto lo encontró. Salió corriendo al encuentro de aquél auto que se dirigía hacia el norte, levantando los brazos y moviéndolos para ser aúnmás visible y lograr que el vehículo se detuviese.
-Disculpe señor, ésta forma tan rebuscada de hacer que se detenga. - dijo el gendarme algo agitado, sosteniéndose del borde de la puerta del vehículo como descansando y a la vez algo agachado para ver a la cara al conductor.
-¡No es problema! solo dígame que necesita - dijo convencido el conductor.
-Vea usted: voy hacia el norte, más precisamente a La provincia de Entre Ríos. si usted se dirige hacia allí y podría acercarme o solo darme un pequeño aventón se lo agradecería de corazón.

Esas palabras hicieron que el conductor sonriese y asintiera con la cabeza.

Martin abrió la puerta y se introdujo en el auto rápidamente, como si estuviera algo ansioso, y más aún, esto se notó cuando luego de ponerse el cinturón de seguridad, levantó la mirada acompañado por una sonrisa y se frotó las manos por un instante, como diciendo: ¡Allá voy!

Luego de preguntarle a que parte se dirigía y escuchar la respuesta se larga una carcajada.
El destino quiso que Concepción del Uruguay sea éste para ambos.

Por suerte para el hombre de verde y grandes botas negras el conductor no habló mucho y no tocó el tema de porque se dirigía hacia Entre Ríos. Es por eso que Martin pudo conservar su secreto que lo tenía tan ansioso y a la vez preocupado o triste, es un tanto difícil darse cuenta de cuál de estas últimas dos lo asechaban mas.

Durmió gran parte del viaje, hasta que en un momento una mano en su hombro lo despertó. Martin se reincorporó rápidamente y mirando hacia todos lados no comprendía donde estaban ni porque lo llamaba, hasta que vio el puente de entrada a la ciudad y sonrió aún más que antes y con esto una lagrima acompañó aquella alegría.

¿Hasta dónde va? Preguntó el cansado conductor.
-Al centro señor, déjeme donde haya una florería y se lo agradeceré mucho. - dijo Martin.
-¿Conque una chica, eh?- alienta curioso el hombre.

-A usted le voy a contar señor, aquí se encuentra mi mujer. Hace muchos años que no nos vemos y hoy es el aniversario número diez de nuestro casamiento. Le agradecería si no me hace más preguntas, no es porque no le quiera contar. Sino que me pone realmente mal.

El hombre lo entendió y mientras tenía fija la mirada por la avenida principal le tocó el hombro en señal de consuelo.

-Bueno señor, aquí ha concluido nuestro viaje. Cruzando la calle tiene una florería. Pero antes de bajarse por favor le pido un abrazo y le deseo mucha suerte en su día. Ojalá nos volvamos a ver.-dijo un poco triste el conductor sabiendo que quizá jamás vería de nuevo a ese hombre.

Una vez fuera del auto, Martin se dirige hacia la florería, elije un ramo de flores hermoso y grande que cualquier mujer estaría orgullosa de recibir. Luego de haber pagado, el gendarme se dirige decidido, definitivamente sabe donde vive ésta mujer.
Tal vez intenta enmendar un hecho del pasado que los aisló y ahora le presenta dificultades, tal vez con solo darle ese ramo de flores, sin que ella le diga una palabra, él se sienta mejor.
Quizá pronunciando su nombre frente a ella o llorando su pérdida, ella perdonaría el no haber podido hacer nada frente a esa situación, y todo este tiempo lejos sin visitarla.

Martin se detiene frente a una gran puerta y empieza a llorar aún más, dando grandes pasos para llegar a ese lugar rápidamente, ingresa y una vez ahí, camina por un largo pasillo hasta que se detiene, da un giro a la derecha y se arrodilla.

Deja las flores en el piso y mientras acaricia su foto pegada en la pared, pide perdón como sintiéndose culpable de que ella ya no esté junto a él.